viernes, 13 de marzo de 2009

Los fantasmas de la telepatía global nos invaden en jóvenes catálogos.
Los mismos de las fotografías dudo que existan, que puedas encontrarlos en la calle, que tomen mate
o que sientan algo fuera de su ego.
Dentro de sus propias jaulas pierden las llaves, se las esconden a si mismos porque no quieren salir.
Prefieren la luz de un monitor, pálida y exesivamente la absorven en su materia gris y se van
convirtiendo en androides naturales de sencilla programación.
No pueden desnudarse porque perderían toda su existencia, no pueden sumergirse en el agua
porque perderían su corona de moda y ni siquiera sospechan que es una corona de espinas o de chips.
En sus caras se ve asaltada la pintura brillante, copy-past de una aparición televisiva, de un misil de consumo que consuma su plan. Y estalla capturando a los mas chicos, a los que todavía tienen el cráneo blandito y a mano de la telaraña mundial.
Todo su significado, su identidad, su construcción humana pende de un hilo sintético de marca en el shoping.
No han visto el mundo, crecerán mutados y cuando sean adultos deberán buscar su memoria y su historia en el almacén artificial de la triple w.

PERRO.

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