Ahora mismo no tengo un ojo en mi cabeza,
un perro anillo en mi vena hinchada,
ni una astilla en el umbral de piedra de mi cara,
ni una boca como esa que me invade.
Y oigo el feliz cumpleaños del vecino de mi gloria.
Me salpicó una lechuga de imbecilidad,
y me dejo acá solo, escribiendo bajito.
En lo alto de una gigante voracidad.
Y sin embrago no tengo una cueva,
ni un berretín experimental, ni una ventana.
Serruchos secos, como la tierra,
que se desabriga en sus pajaros del miedo.
La pastilla relojea mi suerte infinita,
vuelve a dormir y sonambulea.
Atrasa su reloj cuando no la veo amar,
y me masturba sin consejos.
Fue una puta.
Y el cumpleaños sonríe, esclavo de sus invitados.
Por: Abdullah Liptus
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