viernes, 15 de enero de 2010

Dos profetas

Nadie es profeta en su tierra, pero incluso en otras tierras es una tarea bastante difícil. Lo digo con conocimiento de causa. Yo era cartero y un día, apenas comenzado el recorrido tuve una revelación: mire hacia el cielo que se encontraba despejado y pensé "hoy va a llover", y me fui a mi casa, porque cuando llueve los carteros no deberíamos ejercer el oficio ya que las cartas se mojan y al mojarse, la letra se deforma y aparecen otros nombres que no son los correctos.
Sentado en el living de casa, mire por la ventana y el día estaba esplendido, soleado, un día de esos en que da gusto caminar por las calles y que si no fuera por los perros alcanzaría la categoría de nirvana. Estaba a punto de tomar el morral, todavía lleno, y salir de nuevo a mi trabajo cuando sentí que la persiana se golpeaba. A esto le siguió una ráfaga de viento tan potente que se voló el toldo del vecino y aterrizo en la columna de alumbrado. El día se hizo oscuro en cuestión de minutos, volaba tierra y cosas inauditas como triciclos y pedazos de bielas, y después la tormenta inundo la ciudad como sucede siempre gracias al intendente.
Que curioso, pensé. ¿Como sera que lo sabia? No sabia, así que deje el morral colgado, medio triste y me quede en mi casa resguardado.
Al otro día al despertar mi vida había cambiado, supe que mi destino de profeta estaba en su pagina de inicio, que debía partir a otros lugares a contarle a la gente que el futuro me venia de golpe desde el frente. Vaya a saber que otras maravillas contaría, de cuantos males podría prevenirlos, seguro me haría famoso... pero no nos desviemos del asunto.
Me fui a la estación de trenes y me pare en medio de la gente, esperando que se formara en torno a mi alguna rueda, que se hiciese silencio, para empezar a profetizar profesionalmente, pues ya se sabe que esa es la clase de escenario que rodea al profeta, y que si no la profecía no se aviene a descender a su cabeza. Alce las manos hacia el techo que me tapaba el cielo, cerré los ojos y espere confiado.
Alguien me toco suavemente el hombro y me pregunto que me pasaba.
-Estoy profetizando, acaso no es algo que resalta?- conteste algo enojado.
El hombre me toco en la cara como si comprobase mi afeitada.
-¿Y la barba? -pregunto- ¿Que paso con ella?.
La cosa empezaba a exasperarme. En primer termino los carteros jamas llevamos barba, el nuestro es un oficio higiénico, y por otro lado, ¡el hombre no paraba de tocarme!
Al ver que estaba a punto de dejarlo para buscar un lugar mas adecuado, dijo: Yo voy a profetizarle algo, hagame caso no sea que salga mal parado. Si sigue así, en medio de la gente, dentro de poco vendrán un par de enviados del poder maligno, expertos en atrapar protoprofetas. Lo sacaran sin mas demoras del desierto, y lo llevaran a un lugar bastante oscuro y húmedo, donde se encuentran mas anacoretas.
Luego se fue. No le hice caso. Volví a elevar mis brazos y estaba a punto de sintonizar revelaciones cuando vino la policía y me metieron preso.
Todo lo que me dijo el hombre se cumplió al detalle. Era un profeta como yo, no me di cuenta.
En casa de herrero cuchillo de palo.


por: Según (do mayol)

1 comentario:

  1. ufff me gusta q siempre hay una vuelta de tuerca en lo que escribe segun.
    siempre se es tan bueno para dar consejos... y no para recibirlos.

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