Tus manos me dieron el regreso al mundo. Abrí los ojos por primera vez y vi la vida resplandeciendo en el ir y venir del viento.
Tus manos fueron expandiéndose en mi rostro y así supe de las caricias y del amor.
Las ventanas se abrieron de par en par, dejando al descubierto extraños puntos incandescentes en el cielo, abrazándome su luz hasta confundirme con ella.
Allí estaban tus manos, como dadoras de la felicidad que parece ser negada a la humanidad. Y yo, tenía esa felicidad sobre el lado izquierdo de mi pecho, reposando y proveyéndome su calor.
Si el amor son tus manos, entonces ve y toca a todo lo que viva en este mundo, a cada ser, no importa cuán diminuto sea, todos merecemos una caricia que encienda nuestro lado más oscuro.
Por: Gaia Troiano
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